Cuando
el umbral de la noche se abrió aparecieron los poetas malditos, su presencia
lleno el under que aguardaba en su escenario la poesía y música festejando el
onceavo aniversario de “La herencia de Maldoror”.
Cada
uno, extasiaron nuestros sentidos al escuchar de sus bocas humeantes, palabras
que estremecieron los huesos calcinados por la emoción de verlos en el
escenario.
Señorita muerte ¿Qué hace usted aquí? Sí tenía la puerta cerrada
¿Cómo es que pudo entrar?
Entré a través de tus heridas, en la cuenca de tus ojos por el
agujero que dejó la bala perdida que tu padre disparó. En el contrato que
firmaste al nacer, Hay una cláusula que dice:
“Yo, tengo permiso para entrar”
Señorita muerte Ahora entiendo lo que dice Ya recuerdo que otras
veces La he visto por aquí.
Estuve contigo en el regazo de tu madre Cuando la fiebre llegó
Estuve en el columpio cuando la cadena te ahogó. Estuve en la condena. Y en la
pistola, cerca de tu corazón.
Hoy vengo en tus heridas Que poco a poco se pudren Mientras te
lame un perro.
Señorita muerte Deme la mano por favor Quiero pensar que estoy
soñando. Y que usted es ese sueño que tanto esperé. Señorita muerte, Deme un
beso por favor Quiero sentir sus huesos Y sentir un poco de amor.
¡Cierra tus ojos! ¡Vámonos de aquí! Siente mi mano Mientras el
gusano Saca el bisturí.
Señorita muerte
Sra. Maldoror
Raza de Abel, duerme, come y bebe;
Dios te sonríe complaciente.
Dios te sonríe complaciente.
Raza de Caín, en el fango
cae y muere míseramente.
cae y muere míseramente.
Raza de Abel, ¡tu sacrificio
le gusta oler al Serafín!
le gusta oler al Serafín!
Raza de Caín, tu suplicio
¿en algún alba tendrá fin?
¿en algún alba tendrá fin?
Raza de Abel, mira tus siembras
y tus rebaños prosperar;
y tus rebaños prosperar;
raza de Caín, oigo tu entraña
cual perro viejo de hambre aullar.
cual perro viejo de hambre aullar.
Raza de Abel, calienta el vientre
junto a tu lumbre patriarcal,
junto a tu lumbre patriarcal,
raza de Caín, en tu antro
¡tiembla de frío, pobre chacal!
¡tiembla de frío, pobre chacal!
¡Raza de Abel, ama y pulula!
Tu oro también engendra hijitos.
Tu oro también engendra hijitos.
Raza de Caín, alma que arde,
¡cuídate de esos apetitos!
¡cuídate de esos apetitos!
Raza de Abel, creces y engordas
¡como chinches de madera!
¡como chinches de madera!
Raza de Caín, por las tutas
¡arrastra a tu familia entera!
¡arrastra a tu familia entera!
II
¡Ah raza de Abel, tu carroña
ha de abonar el suelo humeante!
ha de abonar el suelo humeante!
Raza de Caín, tu tarea
aún no fue cumplida bastante;
aún no fue cumplida bastante;
raza de abel, tu oprobio mira:
¡el chuzo al hierro ganó la guerra!
¡el chuzo al hierro ganó la guerra!
Raza de Caín, sube al cielo,
¡y arroja a Dios sobre la tierra!
¡y arroja a Dios sobre la tierra!
Abel y Caín
Charles Baudelaire
La
noche, esa maldita noche,
la
oscuridad trae tu recuerdo a mi mente,
el
silencio ratifica tu ausencia
y
la soledad destroza mi alma.
La
noche, esa maldita noche,
recuerdo
como mi cuerpo se hizo sangre,
mientras
el tuyo se convertía en vino,
entonces
mis manos fueron garras
y
las tuyas mariposas.
La
noche, esa maldita noche,
cuando
nuestros cuerpos fueron uno solo.
Si,
viajamos al mundo de los sepulcros
y
probamos la dulce miel de la muerte.
La
noche, esa maldita noche,
donde
experimentamos la agonía del amor
y
el placer del dolor.
La
noche, esa maldita noche…
En
que de ti me enamore.
Estando
la noche desierta
mi
alma empieza a desangrarse,
empieza
a volar.
Soy
libre al fin
se
abren mis alas y emprenden el vuelo
soy
libre al fin
murmura
mi alma.
Quiero
ir contigo
en
esta noche de magia
quiero
desprenderme y no regresar jamás
quiero
volar contigo
a
tu paraíso.
Quiero
ser libre sólo a tu lado,
el
túnel de luz espera,
soy
libre al fin.
Aún
cuando el viento
despojo
de mis manos
las
últimas cenizas de nuestro amor,
yo
te sigo amando
con
toda mi alma.
A
donde me lleva la noche furiosa
que
me aleja de tus besos,
me
quita de tus brazos
tus
tibios labios se convierten
en
recuerdos sombríos.
Ni
tus manos ni tu voz pueden detener mi partida,
las
lágrimas se convierten en rocío
y
mi corazón se hace libre batiendo sus alas
y
nuestro amor se envuelve en llanto y despedida.
Que
la vida no es más que una carcajada de la muerte,
Y
la muerte no es más que una leve sonrisa de la eternidad…
La princesa
Rodolfo Velázquez
Voces
desde ultratumba (off)
¿Qué
es lo que hago aquí?
¡Déjenme
salir!
Hace
días, varios días
Que
por muerto me dieron
A
una tumba muy fría
Llevaron
mi cuerpo.
¿Pero,
qué ha pasado?
¡Desperté
del sueño eterno!
No
me puedo mover,
Y
mil pensamientos de desesperación desgarran lentamente
Mis
nervios y corazón.
Amigo
gusano
Arroja
sus larvas sobre mí
Comienzan
a nacer
Las
siento subiendo por mis pies.
Orina
y mierda.
Mis
manos empujan
Mis
manos desgarran
Me
quedo sin uñas
La
sangre brota desde mis entrañas.
Gritos
apagados
En
la eterna noche.
Nadie
me escucha
Nadie
responde
Coro:
Enterrado vivo, castigo maldito. Enterrado vivo, ahogados gritos.
El
suplicio termina
Cuando
la esperanza muere
Callado
rezo ¡Maldito sea Dios!
Callado
imploro al amigo gusanos
Comienza
tu tarea, come vivo.
Enterrado vivo
Sra. Maldoror
¡Ahora que ella ha muerto yo soy libre
y puedo emborracharme cuando quiera!
Cuando volvía a casa sin un céntimo
me destrozaba el alma con sus gritos.
Ahora soy dichoso como un rey;
el aire es puro, el cielo es admirable…
Recuerdo que también fue como éste
aquel verano en que la conocí.
Esta sed espantosa que me abrasa
para calmarse necesita al menos
de tanto vino como quepa allí,
en su tumba, lo cual no es decir poco:
en el fondo de un pozo la he arrojado,
y además he cubierto su cadáver
con piedras que formaban el brocal.
¡Intentaré olvidarla, si es posible!
Invocando amorosos juramentos
de los que nada puede desligarnos,
y para hacer las paces y volver
a la embriaguez de aquellos buenos tiempos,
le rogué que acudiera a aquella cita,
cita nocturna en un camino oscuro.
¡Y acudió! ¡Qué mujer más insensata!
¡Todos estamos más o menos locos!
Vi que todavía era muy hermosa,
aunque ya fatigada. En cuanto a mí,
la amaba demasiado. Y ésta fue
la razón de decirle: ¡Has de morir!
Nadie va a comprenderme. Sé que nunca
uno de esos obtusos borrachines
pensó en el desvarío de sus noches
hacer una mortaja con el vino.
Ninguno de esos crápulas, tan sólidos
como una de esas máquinas de hierro,
ni durante el invierno ni en verano
ha conocido el verdadero amor,
con sus encantamientos de negrura,
su cortejo infernal de mil temores,
sus frascos de veneno, con sus lágrimas,
sus ruidos de cadena y de osamenta.
¡Por fin me siento libre y estoy solo!
Esta noche estaré como una cuba;
y sin temor y sin remordimiento
me tenderé en el suelo una vez más
porque quiero dormir a pierna suelta.
Y las pesadas ruedas de los carros
con su carga de piedras y de fango
o los trenes rabiosos, bien podrían
mi culpable cabeza machacar
o dividir mi cuerpo en dos pedazos.
Yo me río de todo, del Demonio,
de Dios y de la corte celestial.
y puedo emborracharme cuando quiera!
Cuando volvía a casa sin un céntimo
me destrozaba el alma con sus gritos.
Ahora soy dichoso como un rey;
el aire es puro, el cielo es admirable…
Recuerdo que también fue como éste
aquel verano en que la conocí.
Esta sed espantosa que me abrasa
para calmarse necesita al menos
de tanto vino como quepa allí,
en su tumba, lo cual no es decir poco:
en el fondo de un pozo la he arrojado,
y además he cubierto su cadáver
con piedras que formaban el brocal.
¡Intentaré olvidarla, si es posible!
Invocando amorosos juramentos
de los que nada puede desligarnos,
y para hacer las paces y volver
a la embriaguez de aquellos buenos tiempos,
le rogué que acudiera a aquella cita,
cita nocturna en un camino oscuro.
¡Y acudió! ¡Qué mujer más insensata!
¡Todos estamos más o menos locos!
Vi que todavía era muy hermosa,
aunque ya fatigada. En cuanto a mí,
la amaba demasiado. Y ésta fue
la razón de decirle: ¡Has de morir!
Nadie va a comprenderme. Sé que nunca
uno de esos obtusos borrachines
pensó en el desvarío de sus noches
hacer una mortaja con el vino.
Ninguno de esos crápulas, tan sólidos
como una de esas máquinas de hierro,
ni durante el invierno ni en verano
ha conocido el verdadero amor,
con sus encantamientos de negrura,
su cortejo infernal de mil temores,
sus frascos de veneno, con sus lágrimas,
sus ruidos de cadena y de osamenta.
¡Por fin me siento libre y estoy solo!
Esta noche estaré como una cuba;
y sin temor y sin remordimiento
me tenderé en el suelo una vez más
porque quiero dormir a pierna suelta.
Y las pesadas ruedas de los carros
con su carga de piedras y de fango
o los trenes rabiosos, bien podrían
mi culpable cabeza machacar
o dividir mi cuerpo en dos pedazos.
Yo me río de todo, del Demonio,
de Dios y de la corte celestial.
El vino del asesino
Charles Baudelaire
Así
sacie mis viseras de música de violín, sin dejar de escuchar el poema Lobo que
con su aullido estuvo presente.
Sigue el trabajo de estos estupendos artistas en:
Mil gracias!!! Un gusto , como siempre!!!
ResponderBorrarMuchas gracias por el apoyo
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